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83 min | x264 mkv 720x556 ~> 988x556 | 2200 kb/s | 192 kb/s AC3 | 25 fps
1,56 GB
83 min | x264 mkv 720x556 ~> 988x556 | 2200 kb/s | 192 kb/s AC3 | 25 fps
1,56 GB
Whisky toma su nombre de ese latiguillo que se dice alegremente
frente a un grupo que será fotografiado: “¡Digan whisky!”. Cuando se
dispara el flash, queda registrada la sonrisa forzada; más una mueca que
una demostración de alegría. Ese artificio social inventado para que
todos salgamos lindos en la foto tiene mucho que ver con lo que sucede
en esta película, construida a partir de pequeños gestos y disimulos.
Los que sonríen falsamente en el retrato son Jacobo y Marta. Jacobo es el dueño de una pequeña fábrica de medias. Su vida gris y rutinaria transcurre entre su casa y la fábrica, donde apenas cruza algunas palabras con Marta, su empleada de confianza. La visita de su hermano Herman, radicado en Brasil hace muchos años, con motivo de la colocación de la lápida en la tumba de la madre altera la monotonía de esos días siempre iguales.
Los que sonríen falsamente en el retrato son Jacobo y Marta. Jacobo es el dueño de una pequeña fábrica de medias. Su vida gris y rutinaria transcurre entre su casa y la fábrica, donde apenas cruza algunas palabras con Marta, su empleada de confianza. La visita de su hermano Herman, radicado en Brasil hace muchos años, con motivo de la colocación de la lápida en la tumba de la madre altera la monotonía de esos días siempre iguales.
La ficción que inventa Jacobo en complicidad con Marta para impresionar a
Herman se le va de las manos, como suele pasar siempre que alguien “se
hace pasar por”. La tensión sólo se descomprime con el humor, que
impregna casi sin querer muchas escenas de la película. Surge al exponer
y desnudar lo absurdo de las convenciones sociales que pautan la vida
cotidiana, y como esas convenciones se utilizan aquí a modo de parches
para tapar una mentira. La repetición, la exacerbación de esos
ritos (desde la espera del botones por la propina hasta la conversación
en un viaje carretero) funcionan como válvula de escape para esta olla
de presión a punto de estallar.
Lo notable es la forma cinematográfica que los directores uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll (ambos también lo fueron de 25 Watts) eligieron para contar esta historia. La emoción, las atmósferas y los estados de ánimo se construyen con las imágenes, a puro cine. Ya desde el comienzo, con una recorrida por la ciudad y la música ciudadana y triste de la Pequeña Orquesta Reincidentes, con ese loop de imágenes que es el arranque en la fábrica de medias, o esa larga caminata de Marta por el pasillo vacío de un hotel...
Lo notable es la forma cinematográfica que los directores uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll (ambos también lo fueron de 25 Watts) eligieron para contar esta historia. La emoción, las atmósferas y los estados de ánimo se construyen con las imágenes, a puro cine. Ya desde el comienzo, con una recorrida por la ciudad y la música ciudadana y triste de la Pequeña Orquesta Reincidentes, con ese loop de imágenes que es el arranque en la fábrica de medias, o esa larga caminata de Marta por el pasillo vacío de un hotel...
A gruff, sixtysomething owner of an old sock factory, Jacobo
Koller rarely smiles and gives little away. Yet, when he asks Marta to
pretend to be his wife during a visit from his more successful, married
brother Herman, he does not need to explain himself, for Marta
understands perfectly. After all, she has been his forewoman for years,
and knows him like clockwork. So they get a mock-up wedding photograph
taken ("Say 'whisky'" - akin to "say cheese") and despite, or perhaps because of, their minimal
interactions, they really do seem like a genuine middle-aged couple,
with Marta compensating for Jacobo's stern silences by charming their
visitor...
Like the factory that he has grudgingly inherited, Jacobo has seen
better days. Unable by himself to fix the broken blinds in his office,
he is dependent on Marta (who knows a repairman) not to face a future
permanently shrouded in gloom. She too needs someone to fill the great
emptiness in her life, while Herman, though not entirely lacking in
spark, has become a slave to the demands of his work. So it is that
Stoll and Rebella have taken a potentially farcical triangle and built
from it a bleak meditation on twilit lives and lost opportunities. It
might all be unbearably depressing were it not so painfully funny, with a
beautifully spare script, a languid soundtrack and a trinity of
performances so drolly deadpan that the characters' absurdities end up
being as pronounced as their tragedies.
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