Francès | Subs:Castellano/English/Portugués (muxed)
117 min | x-264 716x576 ~> 768x576 | 1800 kb/s | 192 kb/s AC3 | 25 fps
1,64 GB
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En un pequeño pueblo meridional francés, Daniel, un muchacho entrando en
la adolescencia, vive feliz con su abuela, que lo quiere muy
tiernamente. Cuando su madre lo envía a Narbona, Daniel se siente como
un forastero. Tiene que descubrir la ciudad, el mundo de los adultos, al
mismo tiempo que despierta a la sexualidad. Cuando vuelve al pueblo
para pasar las vacaciones ya nada es igual...(Jaime Pena)
El título procede de Rimbaud y en los créditos suena una canción de
Charles Trenet que habla de Francia como el "lugar de mi infancia", sin
embargo éste no es el típico canto nostálgico y poético a los años de la
infancia a los que nos tiene acostumbrados el cine francés, del que
casi ha configurado un subgénero. A medio camino entre Truffaut y Pialat
(que tiene un pequeño papel) y llena de retazos autobiográficos,
Eustache nos desgrana el paso a la adolescencia de un niño de provincias
que, de la mano de una madre a la que en realidad desconoce, descubre
la vida, esto es, los primeros amores y las primeras películas. La única
nostalgia que siente Eustache no es la de una época apenas esbozada en
la ambientación (y en las películas que proyectan los cines locales, en
especial Pandora y el holandés errante), sino la de la vida en el campo
en compañía de su abuela (de esto nos habla con más detalle Numéro
Zéro). Mes petites amoureuses es la película de Eustache con una
producción más estandarizada, la más parecida a otras películas
francesas (la fotografía es de Néstor Almendros), pero no por ello es
menos Eustache.
Tras filmar Mes petites amoureuses, Jean Eustache ya
no pudo dirigir otro largometraje. Siete años después, en 1981, se pegó
un tiro en el corazón. Se ha visto recurrentemente una estrecha relación
entre los dos hechos, el eco prolongado y persistente de su voz
silenciada. Philipe Garrel sigue persuadido, sobre este punto, de que
fue la industria del cine la que mató a Eustache. (...)Me gustaría
escribir sobre aquellas cosas que el cineasta filma, y el hombre ignora.
Enfrentado a una inquietud primera -quizá una pérdida, la esencia del
cambio-, el cineasta decide tender un puente hacia la complejidad, crear
una forma que, sin dar una respuesta, contenga toda la extensión y
hondura de la pregunta, una forma que aloje el misterio primero. El
cineasta, según esta experiencia, acepta la precariedad de su condición y
reconoce la radical independencia de la materia filmada. Serge Daney se
refería a ello en una entrevista que concedió en 1977: «Llega un
momento en que te das cuenta de que lo importante no es estar o no de
acuerdo con la ideología explícita de un film, sino ver hasta dónde
alguien es capaz de mantener sus ideas, respetando al mismo tiempo el
material audiovisual que ha producido. Es un movimiento dialéctico:
primero, el realizador -guiado por sus ideas, gustos y convenciones-
produce un material determinado, pero luego este material es el que le
enseña cosas al resistirse a él». (...)Y si el cine de Eustache fue un
cine de la memoria es porque siempre entendió que la función de la
memoria no es preservar lo vivido, sino seleccionar lo recordado,
excluir hechos, en vez de conservarlos. Y si el cine selecciona,
encuadra una parte de la realidad, no debía estar lejos de esa función.
La maman et la putain es un film de exlcusiones, de descartes.
Mientras, en la imagen peduran algunos sentimientos, cristalizados,
evocando un instante de tiempo que el cineasta ignoró o no pudo
comprender en su plenitud. Restos de tiempo que atraviesan, por ejemplo,
las escenas de Mes petites amoureuses. Glosaré un movimiento de cámara.
Una tarde de verano, durante su infancia, Daniel pasea junto a un amigo
y dos chicas a lo largo de una carretera desierta. Una pandilla de
chicos, tras ellos, sigue a las muchachas. Daniel y su pareja se
adentran en el follaje y se tumban en el suelo. Su compañero y la otra
chica se besan a pocos metros. La pandilla se ha alejado. Daniel se
tumba en la hierba y la joven le besa. La mano de Daniel acaricia el
cuerpo de la niña y se posa en las piernas desnudas. Cuando se
incorporan, él le toca una mejilla con la mano. Pide a la muchacha que
se tumbe para poder contemplarla. Y entonces la cámara asciende y deja
los cuerpos de los jóvenes en el margen inferior del encuadre, y se
desplaza cadenciosamente hacia la izquierda, mostrando un camino de
tierra y la extensión de campo en la que el viento sopla moviendo las
hojas. ¿Qué decir de ese movimiento inexorable? Daniel ya había besado a
una chica, en una sala de cine, mientras se proyectaba Pandora, pero
este beso frío nos remonta al beso arrobado de Henri y Henriette en Un
día de campo de Renoir, y a los travellings y grúas de Mizoguchi, cuando
la cámara abandona a un personaje para orientarse hacia otro lugar,
diseminando el sentido del plano. En ese movimiento tras los primeros
besos, Eustache sostiene -como Mizoguchi- que no se puede retener la
mirada a un cuerpo, expresando la soledad e impotencia del hombre -del
cineasta que evoca filmando- ante la ley de la gravedad, la condición
sensitiva y carnal del amor como proceso irreversible, la certeza de
saberse ínfimo polvo de estrellas. (...)
En otra secuencia, los muchachos sentados en la terraza de un café
contemplan cómo las chicas pasan de largo y desaparecen tras girar por
una esquina. Mes petites amoureuses es un film precioso sobre la
formación de un cineasta, o cómo la vida se inmersa en un hombre que
vivirá sus experiencias para el cine. Toda su obra sigue esa formación:
partir del número cero, aprender a vivir y filmar, hasta que ya no haya
otro plano de sutura. Seul le cinéma. (Texto de Gonzalo de Lucas, extracto del libro colectivo Jean Eustache. Un fulgor arcaico, editado por el BAFICI 2009)Adopting a cinematographic style which is somewhere between Truffaut,
Rohmer and Bresson, Jean Eustache paints a nostalgic, yet somewhat
troubling, portrait of childhood and sexual awakening. The film is
intelligently written, beautifully photographed by Nestor Almendros (a
favourite of the New Wave directors), with a captivating performance
from the young Martin Loeb. Mes petites amoureuses is a total contrast
to Eustache’s immediately preceding film, La Maman et la putain (1973), a
dialogue-heavy masterwork centred around a love triangle which spends
much of its time philosophising about love and spirituality. Mes petites
amoureuses is a much less daunting film which is also concerned with
love, albeit less single-mindedly. (Films de France)
"¿Por qué hacer películas? ¿Para qué sirve? Desde mis comienzos no ha
dejado de asediarme esa pregunta. En un momento dado dije: "Para darse
gusto".... Eso es falso, es una lítote. No tengo aún la respuesta, como
no sea que hacemos cine (u otra cosa) porque estamos obligados. Cocteau
decía: "El cine es inútil e indispensable". Se ha repetido cien veces.
Yo también. La boutade es práctica y finalmente bastante exacta. ¿Que
podría haber forzado a Proust a encerrarse y escribir la Recherche si no
es "la obligación"?" Jean Eustache
Publicada originalmente por saynomoreglass en 2010
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