Alemán | Subs: Castellano/EN/PT/FR/IT (muxed)
*107 m | x264 790x576 | 3700 kb/s | 128 kb/s AC3 | 23.97 fps*
2,94 + 2,76 + 2,91 + 2,69 + 2,93 GB
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Realizada entre 1972 y 1973, en la misma época en la que sacaba, una tras otra, películas como La angustia corroe el alma o Las lágrimas amargas de Petra von Kant, Ocho horas no hacen un día se
plantea como una «serie familiar» y juega, en paralelo, como en buena
parte del cine de Fassbinder, con los universos personales y
sentimentales de sus personajes y con el contexto socioeconómico que los
rodea. La miniserie, que fue un encargo de la cadena de televisión
Westdeutscher Rundfunk (WDR) y que fue restaurada por la Fundación
Fassbinder y el MOMA y reestrenada en la Berlinale en 2017, refleja
claramente el clima de su época.
A
la trama familiar clásica que debían mantener estas miniseries de
horario central televisivo, Fassbinder le impone otra trama, ligada
directamente a la explotación laboral. El primer episodio, que arranca
con una reunión familiar en la que se ve que pese a las apariencias no
todo está demasiado bien entre sus miembros, pronto introduce como
protagonista a Jochen (Gottfried John), quien trabaja en una fábrica de
partes metálicas (RWF saca jugo a la imposibilidad del protagonista de
explicar exactamente qué es lo que producen ahí). Cuando sale a hacer
unas compras (en realidad va a buscarle alcohol a su bastante pícara
abuela) conoce a Marion (Hanna Schygulla), quien se ocupa de los avisos
clasificados de un periódico local de Köln y la invita al cumpleaños
familiar que están «festejando».
Cuando todo parece ir por el lado de la historia romántica con sus
contratiempos (ella tiene un novio y un hermano menor medio pesado que
cuidar), Fassbinder introduce en la trama los conflictos laborales de la
fábrica en la que trabaja Jochen, a partir de un bono prometido a los
empleados que no les es pagado por el dueño. Esto desatará un conflicto
interno y pronto la serie pasará a ser un retrato de esa comunidad
obrera de Köln con la familia en cuestión por momentos en segundo plano.
La historia va yendo y viniendo de la relación entre Jochen, Marion y
su familia a la que él (y luego ella) tienen también con los otros
operarios en situación de conflicto laboral con sus patrones.
En
el segundo episodio, centrado en la abuela de Jochen y sus desventuras
con su nuevo «novio» para conseguir un departamento barato, también
Fassbinder combina una serie de peripecias cómicas con un ácido retrato
sobre la desigualdad económica y la desidia de las autoridades, algo que
se hace más evidente cuando la pareja abre un jardín de infantes sin
permiso oficial. Según cuenta la historia, a Fassbinder le habían
encargado ocho episodios de la serie pero el canal, al ver cómo su
«serie familiar para horario central» se transformaba en una en la que
se discutían malos salarios, pensiones bajas, el costo de vida, las
duras condiciones de trabajo, huelgas y asuntos similares, decidió
suspender la producción en el quinto episodio.
Formalmente
clásica y narrativamente potente, la serie no busca transgredir desde
el lenguaje sino, básicamente, desde los contenidos. Su forma de
encuadrar, narrar y editar no se aleja demasiado de las convenciones de
la época (muchos zooms, primerísimos planos) pero más allá de esos
detalles su sistema siempre es más cercano al de Hollywood que al del
cine de autor más político y radical de la época. Fassbinder
contrabandea la temática política de la serie en un marco o sistema
narrativo tradicional, algo que mantendría en buena parte de su carrera,
muy apegada especialmente a los recursos del melodrama clásico.
Es imposible no mirar Ocho horas no hacen un día
sin compararla con las series actuales. Si bien Fassbinder respeta las
reglas del lenguaje standard del género, lo que marca la distancia es su
grado de politización. Y, si bien uno podría decir que es un reflejo de
la época en la que se hizo y transcurre, es cierto también que hoy la
situación laboral de las clases trabajadoras es aún más complicada que
la de entonces. Solo que la televisión no se ocupa de mostrarla. Y menos
en horario central.
-- Todo el texto es de Diego Lerer en Micropsia Cine
"A diferencia de la famosa Berlin Alexanderplatz (1980), que Fassbinder también rodó para la televisión, Ocho horas no hacen un día
fue un trabajo olvidado, nada menos que cinco capítulos de una hora y
media cada uno que casi no habían vuelto a verse desde su primera
emisión, casi 50 años atrás. Pero la Rainer Werner Fassbinder Foundation
que dirige Juliane Lorenz, en cooperación con el Museo de Arte Moderno
(MoMA), de Nueva York, exhumaron el material original, rodado en 16mm,
restauraron meticulosamente imagen y sonido y lo que ahora vuelve a la
luz puede considerarse como la primera -- y quizás la única-- telenovela
marxista de la TV occidental."
-- Luciano Monteagudo en Otros Cines
[...]
Quizá fue ese alejamiento de su público tradicional lo que hizo que
algunas de las críticas fueran tan encendidas. Hubo quien incluso llamó a
sus personajes “proletarios maquillados” en la prensa. Lo acusaron de
ser poco realista: decían que ninguna novia de ningún obrero se parecía
ni remotamente a Schygulla, que la línea que había trazado entre buenos y
malos era demasiado gruesa y que reemplazar los viejos clichés por
otros nuevos le hacía un flaco favor a los trabajadores. “Me pregunto en
qué medida una serie familiar con esos trazos gruesos, con esos
embellecimientos, con esas formas fijas convertidas en clichés podría
servir de alguna manera para modificar conciencias de una manera
progresista”, se lamentaba el periodista Günter Wallraff (autor de la
crónica “Cabeza de turco”) desde las páginas de la revista Der Spiegel.
Fassbinder,
tenía una respuesta elaborada para sus críticos: “Hice mis películas y
obras de teatro para un público intelectual. Frente a los intelectuales
se puede ser tranquilamente pesimista y las películas pueden terminar
tranquilamente sin perspectiva alguna porque un intelectual tiene
siempre la posibilidad de aplicar su intelecto”, dijo en una entrevista
incluida en el libro Fassbinder sobre Fassbinder. “Frente a un
público tan grande como el de la televisión, en cambio, sería
reaccionario, casi un crimen, pintar un mundo con tan poco futuro,
porque sobre todo hay que darles aliento y decirles: ‘A pesar de todo
hay posibilidades para ustedes, ustedes tienen una fuerza que tienen que
usar, porque sus opresores dependen de ustedes’. ¿Qué es un empleador
sin trabajadores? Nada”.
-- Astrid RiehnEight Hours Don't Make a Day
Rainer
Werner Fassbinder had been making feature films for three years – and
already amassed a filmography that would satisfy most careers – when he
decided to take on a bigger challenge. Teaming up with West German
television channel WDR, he conceived of Eight Hours Don’t Make a Day, a series that would extend to five feature-length episodes to be broadcast at monthly intervals.
Centering
on the Krüger family, as well as their lovers, in-laws, friends and
co-workers, the series takes a sometimes comic, sometimes dramatic look
at domestic relationships and labor relationships, with particular focus
on skilled worker Jochen and his new girlfriend, Marion.
"That Eight Hours
is a comedy — or perhaps a tragedy stopped short — owes something to
both design and chance. According to the film scholar Brad Prager, Mr.
Fassbinder told a contemporaneous interviewer that he wanted to leave a
broad TV audience with a sense that the world was full of possibilities.
On the other hand, West German television, which commissioned the
project, pulled the plug before the director was able to film the last
three episodes, in which he had planned to lower the hammer.
But Eight Hours
nevertheless feels complete, a lighthearted polemic that is at once a
soft-Marxist guide on how to band together to improve your workplace and
an almost traditionalist ode to family and community.
As always, the polish of Mr. Fassbinder’s direction is a marvel; none of his 1970s contemporaries ever used zooms to better comic effect. And for a man who found time to make more than 40 features in his 37 years, the fluidity of his camera and blocking is miraculous — particularly in a nearly half-hour wedding-party sequence at the end of Episode 4. For sheer joy per minute of film, there’s nothing playing now that comes close.
-- Ben Kenigsberg (NYT) 2018
-- Ben Kenigsberg (NYT) 2018
Blu-ray rip de derpolsper (PTP), compartido por winterlight
*Especificaciones técnicas similares para los cinco episodios
Duración total: 7h 52m
Subtítulos en castellano míos
"Hay un fusilado que vive."
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