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112 min | x264 1024x552 | 3580 kb/s | 192 kb/s AC3 | 23.97 fps
2,96 GB
2,96 GB
Quiero la cabeza de Alfredo García
Un
caudillo temible ofrece un recompensa millonaria por la cabeza de un
tal Alfredo García, dato que llega a oídos de Bennie (Warren Oates),
quien sabe donde encontrarla...
[...]
En el centro de esta vorágine se encuentra el legendario icono del
western Warren Oates, cuya interpretación del antihéroe de la película
roza la demencia maníaca. El actor utiliza su rostro arrugado, sus
labios siempre gruñones y su postura desplomada y ligeramente asimétrica
para proyectar un cansancio terminal del mundo. Con una sonrisa tan
mugrienta como patética, Oates parece estar inmerso en una batalla
campal actoral en la que los límites de la moderación y el decoro se
erigen sólo para ser arrasados alegremente. Su interpretación es tan
compulsivamente vil como valiente y convincente, y el hecho de que, al
parecer, se basara en el propio Peckinpah no hace más que darle una capa
añadida de grandeza. Todo ello convierte la búsqueda de venganza y
salvación de Bennie en una alegoría de las propias batallas
profesionales del director con la burocracia de Hollywood.
Esta belleza decrépita se materializa con mayor fuerza durante la escena inicial de la película, en la que el caudillo exige a su hija embarazada que revele el nombre del padre de su hijo. Un monstruo paternal mítico sentado en su trono, hace que su hija sea desnudada y su brazo roto delante de la familia, los pistoleros, los empresarios y el clero, produciendo un ápice aterrador de humillación y violación operística que es bíblica en su crueldad. Lo mismo podría decirse de la propia película, que se complace en someter a sus protagonistas a una búsqueda infernal e inútil para asesinar a un hombre que ya está muerto. Es una declaración irónica de la desdicha interminable e irracional de la vida por parte de un director que conocía esas verdades de primera mano. Pocos cineastas han tenido el valor de hacer una película tan repugnante como Bring Me the Head of Alfredo Garcia. Y aún menos han conseguido que tal obscenidad sea tan extrañamente fascinante.
Esta belleza decrépita se materializa con mayor fuerza durante la escena inicial de la película, en la que el caudillo exige a su hija embarazada que revele el nombre del padre de su hijo. Un monstruo paternal mítico sentado en su trono, hace que su hija sea desnudada y su brazo roto delante de la familia, los pistoleros, los empresarios y el clero, produciendo un ápice aterrador de humillación y violación operística que es bíblica en su crueldad. Lo mismo podría decirse de la propia película, que se complace en someter a sus protagonistas a una búsqueda infernal e inútil para asesinar a un hombre que ya está muerto. Es una declaración irónica de la desdicha interminable e irracional de la vida por parte de un director que conocía esas verdades de primera mano. Pocos cineastas han tenido el valor de hacer una película tan repugnante como Bring Me the Head of Alfredo Garcia. Y aún menos han conseguido que tal obscenidad sea tan extrañamente fascinante.
-- Nick Schager en Slant
A
family scandal causes a wealthy and powerful Mexican rancher to make
the pronouncement--'Bring me the head of Alfredo Garcia!' Two of the
bounty-hunters thus dispatched encounter a local piano-player in their
hunt for information. The piano-player does a little investigating on
his own and finds out that his girlfriend knows of Garcia's death and
last resting place...
[...] At
the center of this maelstrom is legendary western icon Warren Oates,
whose performance as the film’s anti-hero borders on maniacal insanity.
The actor uses his creased face, perpetually snarling lips, and slumped,
slightly asymmetrical posture to project a terminal world-weariness.
His ragged grin as grubby as it is pathetic, Oates seems engaged in an
actorly free-for-all in which boundaries regarding moderation and
propriety are erected just so they can be gleefully bulldozed. His
performance is as compulsively vile as it is brave and compelling, and
the fact that it was reportedly based on Peckinpah himself only imbues
it with an added layer of foul grandeur. This all turns Bennie’s quest
for vengeance and salvation into an allegory for the director’s own
professional battles with Hollywood bureaucracy.Such decrepit
beauty is most powerfully realized during the film’s opening scene, in
which the rancher demands that his pregnant daughter reveal the name of
her child’s father. A mythic paternal monster sitting on his throne, he
has his child stripped bare and her arm broken in front of family,
gunslingers, businessmen, and clergy, producing a terrifying apex of
operatic humiliation and violation that’s bibilical in its viciousness.
The same could be said for the film itself, which takes pleasure in
subjecting its protagonists to a hellish and worthless quest to murder a
man who is already dead. It’s an ironic declaration of life’s unending
and irrational wretchedness from a director who knew such truths
firsthand. Few filmmakers have had the nerve to make a film as wantonly
repugnant as Bring Me the Head of Alfredo Garcia. Even fewer have made such nastiness this bizarrely spellbinding.
-- Nick Schager in Slant
Gracias, es una película magnífica.Saludos.
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