Japonès | Subs: Castellano/English/Français/Portugués/Italiano
140 min | XviD 640x480 | 1500 kb/s | 192 kb/s AC3 | 23.97 fps
140 min | XviD 640x480 | 1500 kb/s | 192 kb/s AC3 | 23.97 fps
1,67 GB
Diversos individuos malviven entre la miseria y los escombros en los
suburbios de Tokio. Un hombre y su hijo viven en un coche abandonado:
cuando no buscan comida, sepasan el tiempo inventándose una casa en
sueños. Algunos niños intentan sobrevivir en estos tugurios y tienen que
gorronear para ayudar a sus padres. Sin embargo y a pesar de la
pobreza, las penurias de sus vidas cotidianas son salvadas gracias a la
ilusión y la imaginación...
Shuguro Yamamoto, autor de los cuentos que adapta Akira Kurosawa para
este film y de cuyos textos ya había bebido en Barbarroja (Akahige,
1965) y Sanjuro (Tsubaki Sanjuro, 1962 ), era un escritor que centraba
sus obras en las vidas y los problemas de las clases sociales más
desfavorecidas. Kurosawa encontró en los personajes de Yamamoto
representaciones simbólicas de las gentes y del Japón que le había
tocado vivir. Para él, la pareja del vagabundo y su hijo que podemos ver
en Dodes'ka-den eran representantes del Japón contemporáneo. Otros
personajes eran meramente simbologías del carácter humano: cada uno
podía ser una manera de ser de Japón (el sabio, el fantasioso, el
tímido, el ingenuo...). Por supuesto, el propio Kurosawa también tenía
cabida, Rokuchan, el chico joven, el loco del tranvía representaba al
artista que creaba mundos propios con la única herramienta de su
imaginación.
Kurosawa siempre se sintió interesado en el género humano y atraído por su sufrimiento. Los bajos fondos (Donzoko, 1957), El idiota (Hakuchi, 1951 ) o Vivir (Ikiru, 1952) son claras muestras de un cine de denuncia social con espíritu de remover conciencias y con el objetivo claro de hacer reflexionar al espectador. Dodes'ka -den (Los caminos de la vida) es, de hecho, un canto de amor desesperado a la esencia del hombre. Su inclinación hacia las clases sociales más bajas daba como resultado que sus películas nos devolviesen una imagen de respeto y honestidad en los hombres, de resuelta crítica y de cierto optimismo redentor. Desde Vivir a Barbarroja , Kurosawa era generoso al mostrarnos personajes entregados a la redención de la humanidad. La esperanza aún era posible en el universo del director japonés. Dodes'ka-den es un punto y aparte. En este film, Kurosawa extrae de la pobreza toda la belleza posible (porque ama y confía en el hombre), rescata sus penas y sus dolores; todo ello sin ánimo de denuncia ni de juzgar. Kurosawa ya es un escéptico. Para él, la salvación está en los sueños, en la fantasía; no en vano, un año después del rodaje, el maestro japonés intentaba quitarse la vida.
Película alegórica, Dodes'ka-den nos habla del progreso industrial. La ciudad tiene una presencia constante pero lejana. Situados en un barrio del extrarradio, los personajes de la película son apartados de la aglomeración y la colectividad de la ciudad. Como he dicho antes, Kurosawa no juzga. Lo único que podemos hacer es preguntarnos qué han hecho esos personajes para merecer esa mísera realidad, para vivir en un ghetto, para ser excluidos. Si las chabolas de Dodes'ka-den son el reverso de la ciudad, sus personajes son la imagen deformada que nos devuelve el espejo. Son aquello que tememos ser, personas con un presente deprimente que ha entrado en la espiral de la perpetuidad. Sin un futuro factible, sólo les queda la opción de soñar, de beber, de morir en vida...
Un joven preso de la locura que se imagina que conduce un tranvía, un hombre epiléptico que vive humillado por la tirana de su esposa pero que la ama (o respeta) profundamente, un fabricante de brochas obsesionado porque todas sean iguales y que mantiene los hijos de una joven pensando que son suyos, maridos alcohólicos que se intercambian las esposas, un hombre viejo y sabio obstinado en hacer el bien, un vagabundo (loco soñador) que vive con su hijo (mucho más pragmático), un ciego muerto en vida por algún oscuro suceso del pasado... No hay espacio para la confianza en el ser humano ni para la tranquilidad de nuestro futuro. La esperanza ha muerto. El escepticismo campea a sus anchas.
La dirección de actores, como es habitual en el director japonés, raya la perfección. Y la puesta en escena, como no podía ser de otro modo hablando de Kurosawa, es magistral. Algunas escenas son muy buenas. Como, por ejemplo, el plano-secuencia inicial que arranca con la imagen del tranvía (única vez que lo vemos en toda la cinta) reflejándose en los cristales mientras Rokuchan mira a través de ellos. De un brochazo, genial, Kurosawa nos hace un retrato fidedigno del personaje.
A pesar de que las escenas dramáticas y trágicas son las más comunes, Kurosawa también abre la puerta a la comicidad y la fantasía. Además, este es el primer film en color de Kurosawa. El genio japonés no lo utiliza para disfrazar la realidad y hacerla bella sino que la hace más atroz, alucinante y terrorífica. Kurosawa subraya con el color la esencia de los personajes. Y es que la vida está hecha de claroscuros. Como en toda su filmografía, los decorados y los escenarios forman parte de un todo, siendo tan necesarios como el dibujo de los personajes. Unos decorados que condiciona las vicisitudes de los personajes, que los complementa. Si pintorescos son los personajes de Dodes'ka-den , también pintorescos han de ser los decorados. Así, la escena en la que el niño vagabundo muere por inanición, está tratada con unos tonos oscuros, que oscilan entre el azul y el gris, en contraposición a la colorista construcción de la casa que su padre sueña despierto. En Dodes'ka-den la vía de escape, entendida ésta como alivio de la realidad y no como huída, viene dada por la fantasía y la comicidad. Siguiendo con los ejemplos, son los colores vivos de las vestimentas de los dos matrimonios que se intercambian sus parejas, los que contrapuntean la comicidad y la hilaridad de sus aventuras. Por el contrario, la chabola del ciego, su vestimenta, el árbol muerto que preside la entrada a su casa e incluso su propia persona, nos sumergen en el drama, carecen de color y, por tanto, de vida (como varios personajes se encargan de recalcar en diferentes momentos del film).
Si Bajos fondos pretendía ser una película testimonio, Dodes'ka-den tan sólo pretende ser melancólica. A partir de este último título, Kurosawa deja de creer en la humanidad. Para él ya ha llegado la era de la desesperanza. Texto de J.A. Souto Pacheco, tomado de Miradas de Cine
Kurosawa siempre se sintió interesado en el género humano y atraído por su sufrimiento. Los bajos fondos (Donzoko, 1957), El idiota (Hakuchi, 1951 ) o Vivir (Ikiru, 1952) son claras muestras de un cine de denuncia social con espíritu de remover conciencias y con el objetivo claro de hacer reflexionar al espectador. Dodes'ka -den (Los caminos de la vida) es, de hecho, un canto de amor desesperado a la esencia del hombre. Su inclinación hacia las clases sociales más bajas daba como resultado que sus películas nos devolviesen una imagen de respeto y honestidad en los hombres, de resuelta crítica y de cierto optimismo redentor. Desde Vivir a Barbarroja , Kurosawa era generoso al mostrarnos personajes entregados a la redención de la humanidad. La esperanza aún era posible en el universo del director japonés. Dodes'ka-den es un punto y aparte. En este film, Kurosawa extrae de la pobreza toda la belleza posible (porque ama y confía en el hombre), rescata sus penas y sus dolores; todo ello sin ánimo de denuncia ni de juzgar. Kurosawa ya es un escéptico. Para él, la salvación está en los sueños, en la fantasía; no en vano, un año después del rodaje, el maestro japonés intentaba quitarse la vida.
Película alegórica, Dodes'ka-den nos habla del progreso industrial. La ciudad tiene una presencia constante pero lejana. Situados en un barrio del extrarradio, los personajes de la película son apartados de la aglomeración y la colectividad de la ciudad. Como he dicho antes, Kurosawa no juzga. Lo único que podemos hacer es preguntarnos qué han hecho esos personajes para merecer esa mísera realidad, para vivir en un ghetto, para ser excluidos. Si las chabolas de Dodes'ka-den son el reverso de la ciudad, sus personajes son la imagen deformada que nos devuelve el espejo. Son aquello que tememos ser, personas con un presente deprimente que ha entrado en la espiral de la perpetuidad. Sin un futuro factible, sólo les queda la opción de soñar, de beber, de morir en vida...
Un joven preso de la locura que se imagina que conduce un tranvía, un hombre epiléptico que vive humillado por la tirana de su esposa pero que la ama (o respeta) profundamente, un fabricante de brochas obsesionado porque todas sean iguales y que mantiene los hijos de una joven pensando que son suyos, maridos alcohólicos que se intercambian las esposas, un hombre viejo y sabio obstinado en hacer el bien, un vagabundo (loco soñador) que vive con su hijo (mucho más pragmático), un ciego muerto en vida por algún oscuro suceso del pasado... No hay espacio para la confianza en el ser humano ni para la tranquilidad de nuestro futuro. La esperanza ha muerto. El escepticismo campea a sus anchas.
La dirección de actores, como es habitual en el director japonés, raya la perfección. Y la puesta en escena, como no podía ser de otro modo hablando de Kurosawa, es magistral. Algunas escenas son muy buenas. Como, por ejemplo, el plano-secuencia inicial que arranca con la imagen del tranvía (única vez que lo vemos en toda la cinta) reflejándose en los cristales mientras Rokuchan mira a través de ellos. De un brochazo, genial, Kurosawa nos hace un retrato fidedigno del personaje.
A pesar de que las escenas dramáticas y trágicas son las más comunes, Kurosawa también abre la puerta a la comicidad y la fantasía. Además, este es el primer film en color de Kurosawa. El genio japonés no lo utiliza para disfrazar la realidad y hacerla bella sino que la hace más atroz, alucinante y terrorífica. Kurosawa subraya con el color la esencia de los personajes. Y es que la vida está hecha de claroscuros. Como en toda su filmografía, los decorados y los escenarios forman parte de un todo, siendo tan necesarios como el dibujo de los personajes. Unos decorados que condiciona las vicisitudes de los personajes, que los complementa. Si pintorescos son los personajes de Dodes'ka-den , también pintorescos han de ser los decorados. Así, la escena en la que el niño vagabundo muere por inanición, está tratada con unos tonos oscuros, que oscilan entre el azul y el gris, en contraposición a la colorista construcción de la casa que su padre sueña despierto. En Dodes'ka-den la vía de escape, entendida ésta como alivio de la realidad y no como huída, viene dada por la fantasía y la comicidad. Siguiendo con los ejemplos, son los colores vivos de las vestimentas de los dos matrimonios que se intercambian sus parejas, los que contrapuntean la comicidad y la hilaridad de sus aventuras. Por el contrario, la chabola del ciego, su vestimenta, el árbol muerto que preside la entrada a su casa e incluso su propia persona, nos sumergen en el drama, carecen de color y, por tanto, de vida (como varios personajes se encargan de recalcar en diferentes momentos del film).
Si Bajos fondos pretendía ser una película testimonio, Dodes'ka-den tan sólo pretende ser melancólica. A partir de este último título, Kurosawa deja de creer en la humanidad. Para él ya ha llegado la era de la desesperanza. Texto de J.A. Souto Pacheco, tomado de Miradas de Cine
Made in 1970, this film was nominated for an Academy Award for Best
Foreign Film in 1972. This is Kurosawa's first color film, and there
seems to be an almost psychedelic overlay to his production palette. The
story revolves around a collection of characters held together only by
the frayed thread of poverty. Rokkuchan (Yoshitaka Zushi), a teenager
with the mind of a boy, is obsessed with trolley cars. He draws them
from every angle in vivid colors. His despondent mother (Kin Sugai)
hangs them lovingly on the walls and windows of their simple home.
Every morning Rokkuchan goes out to his imaginary trolley car and makes his way through the surrounding slums. His neighbors include a humble man with a terrible limp and an unforgiving wife, two couples who color-coordinate their husband-swapping, and a sad derelict man with an adoring but doomed little boy. During the day, father and son pass the time building a dream house in their minds. At night they sleep in an abandoned car.
While visually compelling, the film lacks connection between the characters, which leaves the viewer feeling disjointed and somehow lessens the emotional impact of these tragic stories. But as a slice-of-life look at how people maintain simple dignities in the face of great hardship, it is definitely a film worth seeing.
--Luanne Brown
Every morning Rokkuchan goes out to his imaginary trolley car and makes his way through the surrounding slums. His neighbors include a humble man with a terrible limp and an unforgiving wife, two couples who color-coordinate their husband-swapping, and a sad derelict man with an adoring but doomed little boy. During the day, father and son pass the time building a dream house in their minds. At night they sleep in an abandoned car.
While visually compelling, the film lacks connection between the characters, which leaves the viewer feeling disjointed and somehow lessens the emotional impact of these tragic stories. But as a slice-of-life look at how people maintain simple dignities in the face of great hardship, it is definitely a film worth seeing.
--Luanne Brown
"Fijate bien ahora -me dijo- Si cierras los ojos frente a un terrible
espectáculo, el terror te golpeará; si, por el contrario, abres bien los
ojos, nada tienes que temer." Akira Kurosawa, comentando los
terribles sucesos de 1923, cuando se produjo un terrible terremoto que
destruyó gran parte de Tokyo, y su hermano Heigo, unos años mayor que
él, que trabajaba como narrador de cine mudo, lo llevó a pasear entre
las ruinas para que contemplase la devastación y los cadáveres.
Publicación original de saynomoreglass (2013)
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