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104 min | x264 1024x576 | 3140 kb/s | 224 kb/s AC3 | 23.976 fps
2,45 GB
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Aunque El patrullero
parece ser un noir mexicano, en realidad estamos ante un estudio de
personalidad del joven Pedro Rojas y su desilusión con su trabajo y su
lugar en el orden social. Nacido en Ciudad de México y orgullo de su
familia (salvo por un padre distanciado) cuando se gradúa en la academia
federal de policía, Pedro es un peso pluma con cara de niño y pecho
hinchado cuando empieza a trabajar como patrullero en los alrededores de
la ciudad norteña de Mapimí, deteniendo a conductores rurales bajo
sospecha de contrabando de comestibles importados, o por delitos menores
como transportar a sus peones en camiones de carga. Esta última
infracción, cometida por la hija de un hacendado, le vale a Pedro una
novia, pero en poco tiempo se adapta a la rutina laboral de recibir
sobres de dinero en efectivo de los agricultores que carecen de permisos
para transportar sus mercancías.
Al
servicio del guion mordaz pero no cínico del productor Lorenzo O'Brien,
Cox mantiene a raya sus característicos toques de surrealismo. Las
preocupaciones políticas del director siguen estando presentes en los
omnipresentes tentáculos de la hipocresía estadounidense en lo que
respecta a los narcóticos. El patrullero ni siquiera se permite
caer en sentimentalismo hacia la prostituta adicta a las drogas, que
recibe el consejo de "morir en casa" si no consigue desintoxicarse. Cox,
graduado en cine en la UCLA y más conocido por sus películas de "culto"
Repo Man y Sid y Nancy,
hace que la tragedia del patrullero sea una derrota en cámara lenta,
incluso cuando obtiene cierta medida de venganza por el destino de su
compañero de armas a manos de los bandidos narcos gringos.
-- Extraído de la reseña de Bill Weber para Slant
-- Extraído de la reseña de Bill Weber para Slant
Highway Patrolman
While Highway Patrolman
takes on the semblance of a sun-blasted, Mexican desert noir in its
climactic scenes, it’s irreducibly a character study of young Pedro
Rojas and his disillusionment with his job and its place in the social
order. A Mexico City native who’s the pride of his family (save an
estranged father) when he graduates from the federal highway police
academy, Pedro is a baby-faced bantamweight with a puffed-out chest as
he begins work as a patrullero around the northern town of Mapimi,
stopping rural drivers on suspicion of smuggling imported groceries, or
for misdemeanors like transporting their farm workers on cargo trucks.
This last offense by a successful rancher’s daughter nets Pedro a bride,
but before long he adjusts to the occupational routines of taking cash
envelopes from farmers who lack permits to transport their wares on the
isolated “pig route,” and getting rip-roaring drunk at the cantina where
his favorite prostitute plies her trade upstairs.
Serving producer Lorenzo O’Brien’s jaundiced but uncynical screenplay,
Cox keeps his trademark touches of surrealism in check. The director’s
political concerns are still there in the omnipresent tentacles of the
American hypocrisy over narcotics. Highway Patrolman doesn’t even indulge in
sentimentality toward the prostitute-addict sweetheart, who receives
advice to “die at home” if she can’t get clean. Cox, the British UCLA film grad best known for his cult faves Repo Man and Sid and Nancy, makes the patrolman’s tragedy a slow defeat, even
when he gains some measure of vengeance for the fate of his
buddy-in-arms at the hands of gringo drug-trade bandits.
-- Excerpted and rearranged from Bill Weber’s review for Slant
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