Francès | Subs:Castellano/English/Português/Italiano (muxed)
109 min | x264 788x576 | 3450 kb/s | 256 kb/s AC3 | 23.976 fps
2,84 GB
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Charles es un joven de pueblo que llega a París para cursar sus estudios universitarios. En la ciudad compartirá piso con su primo Paul, un tipo decadente de amistades un tanto excéntricas. Charles terminará conociendo a una chica un tanto problemática, pero Paul no verá tal relación con buenos ojos y tratará de desbaratarla a toda costa.
Cuando Carlos, el primo de provincia desciende del taxi y penetra en el apartamento de Pablo, el primo citadino, la cámara nos muestra unos soldados de vidrio alineados en una de las vitrinas que adornan el lugar. A diferencia de "El zoo de cristal" de Tennessee Williams, el simbolismo (si hay alguno) se detiene allí; pero es imposible no evocar nuevamente esta imagen cuando, a medida que el filme avanza, se complica y concluye, vemos a sus personajes penetrar en la "vida real" tan ufanos, tan dichosos y tan inermes como unos soldados de juguete. "Los primos" es un filme con moraleja, un capítulo de las aventuras de un Telémaco de nuestro tiempo; nos cuenta cómo la inocencia o el cálculo, el júbilo o la melancolía pueden ser igualmente dañinos y -en el sentido literal de la palabra- letales para quien no haya aprendido los elementos de ese saber miserable que es la experiencia: la precaución, el disimulo, la reserva, el distanciamiento... De paso, habrá que rendirle un acto de desagravio a Francoise Sagan (durante unos segundos contemplamos su foto en la libreta que Carlos frecuenta) cuya obra se nos aparece poco a poco como menos deleznable de los que pensamos una vez que se nos disipó el entusiasmo por su primer libro: el conflicto de "Los Primos" es un conflicto "Saganiano" (el descubrimiento de la culpa), y el estupor solitario de Pablo ante el cadáver a sus pies evoca irremisiblemente el final de la novela que le dio fama: "Algo brota dentro de mí, algo que acojo dándole su nombre con los ojos cerrados: "Bonjour Tristesse".
Ya está de moda hablar contra la nueva moda del cine francés. Ante "Hiroshima", de Resnais, "Los amantes" de Malle, "La edad de oro", de Pierre Kast, "El agua en la boca", de Doniol, Valcroze y A bout de souffle, de Jean-Luc Godard -sin mencionar a "Los primos"- surgió el primer reproche: la "nueva ola" practica un esteticismo individualista; su sola preocupación es describirnos el amor burgués. Es posible que las acusaciones tengan fundamento, y que haya asuntos que requieran más urgentemente la atención de los nuevos realizadores. Pero lo cierto es que, pese a que el noventa por ciento de los filmes comerciales de todos los países son filmes "de amor", al ver "Hiroshima" o "Los amantes" se experimenta la sensación de estar ante un tema -el erótico- inédito en el cine; y no menos cierto es que "Los primos" aporta un visión de la juventud cuyo sólo precedente mencionable lo hallamos en el James Dean de "Rebelde sin causa". En "Los primos" Chabrol no hace psicología juvenil, ni divaga en torno a los problemas de esa edad; por el contrario, parece que su único propósito fuera el de describir, no tanto los sentimientos como los gestos de un grupo concreto, perteneciente a una capa social concreta dentro de una juventud concreta -la francesa- en una fecha también claramente determinada: 1958. ¿Qué importa que la pena, el rapto o el deseo sean, conceptualmente, idénticos a los que hayan experimentado generaciones innumerables? Chabrol no quiere hablarnos de estos tópicos solemnes; en cambio nos deja ver cómo, en una fiesta, una pareja se toma de la mano para ir a sentarse en la escalera, cómo se reparten las cartas al jugar, cómo se sube a un automóvil, cómo se abrazan para el baile, cómo se expresan en un determinado lenguaje en el que "amor" es una palabra indecente y el más íntimo sentimiento que una muchacha se atreve a publicar es el de "cierta languidez", une certaine langueur...
Los personajes de Chabrol parecen convencidos de que la palabra es igual a la mentira y se comunican (o tratan de comunicarse) por medio de acciones simbólicas: encender un cigarrillo, pasear en un auto, saludar o despedirse de determinada manera y plagiar burlonamente las frases y los ademanes de la retórica amorosa ("¿Qué quieres de desayuno?" "Lo mismo que mi Pablo querido"; "se ve que has nacido para amarme, Carolina". "No me llamo Carolina; me llamo Martina", etc.). Y, por supuesto, con los gestos del deseo; pero para ellos la caricia, el beso, el acto sexual no son tabúes mientras no estén contaminados de impostura, es decir, de palabras. ¿Cómo hablar, cómo pensar en "traición" cuando Florencia acude al lecho en un acto cuya pureza está garantizada por la espontaneidad y el silencio?
Ya está de moda hablar contra la nueva moda del cine francés. Ante "Hiroshima", de Resnais, "Los amantes" de Malle, "La edad de oro", de Pierre Kast, "El agua en la boca", de Doniol, Valcroze y A bout de souffle, de Jean-Luc Godard -sin mencionar a "Los primos"- surgió el primer reproche: la "nueva ola" practica un esteticismo individualista; su sola preocupación es describirnos el amor burgués. Es posible que las acusaciones tengan fundamento, y que haya asuntos que requieran más urgentemente la atención de los nuevos realizadores. Pero lo cierto es que, pese a que el noventa por ciento de los filmes comerciales de todos los países son filmes "de amor", al ver "Hiroshima" o "Los amantes" se experimenta la sensación de estar ante un tema -el erótico- inédito en el cine; y no menos cierto es que "Los primos" aporta un visión de la juventud cuyo sólo precedente mencionable lo hallamos en el James Dean de "Rebelde sin causa". En "Los primos" Chabrol no hace psicología juvenil, ni divaga en torno a los problemas de esa edad; por el contrario, parece que su único propósito fuera el de describir, no tanto los sentimientos como los gestos de un grupo concreto, perteneciente a una capa social concreta dentro de una juventud concreta -la francesa- en una fecha también claramente determinada: 1958. ¿Qué importa que la pena, el rapto o el deseo sean, conceptualmente, idénticos a los que hayan experimentado generaciones innumerables? Chabrol no quiere hablarnos de estos tópicos solemnes; en cambio nos deja ver cómo, en una fiesta, una pareja se toma de la mano para ir a sentarse en la escalera, cómo se reparten las cartas al jugar, cómo se sube a un automóvil, cómo se abrazan para el baile, cómo se expresan en un determinado lenguaje en el que "amor" es una palabra indecente y el más íntimo sentimiento que una muchacha se atreve a publicar es el de "cierta languidez", une certaine langueur...
Los personajes de Chabrol parecen convencidos de que la palabra es igual a la mentira y se comunican (o tratan de comunicarse) por medio de acciones simbólicas: encender un cigarrillo, pasear en un auto, saludar o despedirse de determinada manera y plagiar burlonamente las frases y los ademanes de la retórica amorosa ("¿Qué quieres de desayuno?" "Lo mismo que mi Pablo querido"; "se ve que has nacido para amarme, Carolina". "No me llamo Carolina; me llamo Martina", etc.). Y, por supuesto, con los gestos del deseo; pero para ellos la caricia, el beso, el acto sexual no son tabúes mientras no estén contaminados de impostura, es decir, de palabras. ¿Cómo hablar, cómo pensar en "traición" cuando Florencia acude al lecho en un acto cuya pureza está garantizada por la espontaneidad y el silencio?
Charles, a young man from the country, travels to Paris to take his exams in law. He shares a flat with his cousin, Paul, who is also taking exams, but who is a complete contrast to Charles. Whereas Charles is studious, respectful and honest, Charles is an extravagant pleasure-seeker, with far more time for drink and women than for studying. Les Cousins is definitively part of the French New Wave of the late 1950s. Whilst slightly more polished than the films of his contemporaries (notably Godard and Truffaut), Chabrol’s film bubbles with an insurgence of new cinematographic techniques and fresh acting talent. The sense of newness is reinforced by presence of so many young actors, dressed elegantly in tuxedos and evening dresses, but acting somewhat delinquently for the most part. The film appears almost like the christening party for the birth of a new era in French cinema.
"En cuanto al contexto social de Los primos, en aquel momento, algunos pensaban que era falso, pero hoy nos damos cuenta de que era verdadero. Los muchachos que vemos en la pelìcula son los que, a continuaciòn, se pusieron a jugar con los bazucas y con el plàstico. Estaban todos en la facultad de Derecho, en 1947-1949, y yo los conocìa bien." Claude Chabrol
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