12 septiembre, 2023

Jack Clayton - The Innocents (1961)

 
Inglès | Subs:Castellano/English/Français/Portugués (muxed)
100 min | x264 1024x440 | 2049 kb/s | 192 kb/s AC3 | 23.97 fps
1,57 GB
Una niñera victoriana llega a sospechar que tras la apariencia angelical de sus pupilos se encuentra la huella mas profunda de la perversión humana.
The Innocents es un film hermoso y sensual en el que no existen límites de separación entre certidumbre e incertidumbre y en el que destaca, por encima de explicaciones e interpretaciones, la ambivalencia creada a través de las miradas, los movimientos, los objetos y la iluminación: el agua del lago, el quiosco de música, las flores, las estatuas, los viejos retratos ocultos en los desvanes derrochan belleza y sugieren abominación; Flora observa, impasible, cómo una araña devora una mariposa; una repugnante cucaracha emerge de la boca de una estatua; el pétalo de una rosa cae sobre un devocionario; Flora canturrea o danza en el quiosco la misma melodía que desgrana unos añosa cajita de música o que interpreta Miles al piano; Miles guarda bajo la almohada un pichón con el cuello roto (¿ha sido él quien ha matado al pichón o lo ha puesto debajo de la almohada porque quería mucho al animal?) La belleza de ¡SUSPENSE! proviene del esfuerzo puesto por Clayton en la elección de la escritura visual más adecuada, aproximándose en eso a lo que, según Virginia Wolf (Granite and Rainbow), logró James en su libro: “Si examinamos la historia sintiéndonos seguros, a la luz del día, si observamos la maestría del relato, la manera con que se alarga cada frase, con que se llena cada imagen, si vemos cómo la belleza y la obscenidad entremezcladas, se insinúan hasta las profundidades, es preciso admitir que algo, no obstante, queda inexplicado. Debemos reconocer que Henry James ha vencido. Ese viejo gentleman cortés, refinado, sentimental, puede hacer que todavía sintamos miedo a la oscuridad”. La retórica jamesiana obra el efecto perverso de que cada obra cree a su lector (o, en este caso, a su adaptador) en una fastuosa mezcla de resistencia y de fascinación. JOSÉ MARÍA LATORRE, en “Los fantasmas de la institutriz”, Los sueños de la palabra, Laertes, Barcelona, 1992, pp. 158-159.Hay un pasaje de THE INNOCENTS de Jack Clayton que opera desde la metamorfosis y desde el contagio. Transcurre durante la primera noche que pasa la institutriz en su nueva residencia; ella duerme en la misma habitación que Flora. Miles, el hermano de Flora, se encuentra ausente, pero su llegada inminente ya ha sido anunciada por la pequeña. El pasaje supondrá una forma de ‘fantástico’ evidenciado a través del trance simbólico de la noche y de la escenografía de una rica mansión de la campiña inglesa del siglo XIX, en la cual los pasillos oscuros son un corredor alucinatorio y las puertas y ventanas umbrales fronterizos. En la conversación, Flora habla de habitaciones vacías, estancias que la nocturnidad agranda, de su deseo de dormir en varias habitaciones a la vez, de Mrs. Grose, el ama de llaves, que cierra los ojos durante la noche mientras que ella los mantiene abiertos. Habla también de las almas que vagan después de la muerte. El espacio parece transformarse y las habitaciones se dirían vivas, como si sus proporciones se vieran alteradas. Las preocupaciones de la pequeña resultan extrañas y sus palabras suenan siempre premonitorias. El pasaje se abre sobre el ruido de péndulo, que suena. Así entramos en el dominio de las sensaciones tenues e imperceptibles. La estancia parece toda ella habitada por cortinas y visillos que insuflados por el viento se comportan como materia autónoma. Las sombras que se proyectan móviles sobre las estatuas consiguen que éstas parezcan animadas. El registro espectral del blanco (propio de un sudario o de un fantasma) se imprime en el cortinaje, en los visillos, en el camisón de Flora y en el grupo de estatuas, donde se asimilan la rigidez de la piedra y la transparencia de los visillos. La simple iluminación de una vela, la claridad de luna o las sombras que teatralizan o dramatizan la escena, hacen que todo transforme su aspecto y dimensión. JEAN-LOUIS LEUTRAT, en “Les Innocents: dans le rêve de l’autre”, Vie des Fantômes, Cahiers du Cinéma, París, 1995, pp. 127-128; traducción de Bernardo Sánchez.Podemos considerar la representación fílmica de OTRA VUELTA DE TUERCA como una operación de sentido que tiende a redistribuir la información suministrada por el original literario con la finalidad de obtener, de cara al espectador, un máximo de rentabilidad visual. En THE INNOCENTS es claramente percibible la intencionalidad de los guionistas –Truman Capote y William Archibald– de ubicar todos los elementos de la historia en función del punto de vista de la institutriz, presente en todas las imágenes, haciendo que el espectador participe de sus descubrimientos. El narrador es –siguiendo nuevamente la clasificación de [Gérard] Genette un personaje –en este caso principal– de la acción. Deliberadamente, se ha excluido en el film el relato-marco, pórtico de la narración en primera persona de la institutriz. El hecho de ser ella la que cuente, directamente, su historia no deja de producir sus efectos. JUAN MIGUEL COMPANY, en “La escritura del fantasma”, El trazo de la letra en la imagen, Cátedra/Signo e Imagen, Madrid, 1987, pp. 92-93.Huelga decir que el trabajo cinematográfico de Clayton, apoyado en la fotografía de Freddie Francis, es mucho más sutil, atento al mal latente (el insecto que sale por la boca de una estatua mutilada) y a la percepción de lo que el escenario gótico oculta tras sus pabellones, contrafuertes y ventanas. Prefigurando A LAS NUEVA CADA NOCHE [1967], otro título de Clayton que explora la relación entre infancia y muerte, LOS INOCENTES es la interpretación más inquietante de la obra de James, por delante de la ópera de Benjamín Britten. También es, a mi juicio, la película que mejor expresa la media distancia del fantasma, no tanto el de Mr. Quint, insidiosamente cercano, como el de Miss Jessel, aparecida en lontananza, suspendida sobre el lago, ocupando luego con lúgubre tristeza el pupitre de Miss Giddens. “Oscura como la noche, con su vestido negro, su belleza desfigurada y su inmensa pena, me había mirado lo bastante como para decirme que tenía tanto derecho a sentarse a mi mesa como yo a sentarme en la suya”, escribe James desde la perspectiva de su personaje, célibe como él. Respetuoso con las palabras del escritor, Clayton tiende un puente carnal entre el mundo de los vivos y de los muertos, entre un adulto, Miss Giddens, y un niño que no lo es: Miles, quien aplica sobre los labios de su maestra un beso turbador que le será devuelto en la hora de su muerte. JOSÉ ANDRÉS DULCE, en Suplemento Cultural de El Día, Tenerife, 05/10/2007.
The definitive screen adaptation of Henry James's The Turn of the Screw, the 1961 production of The Innocents remains one of the most effective ghost stories ever filmed. Originally promoted as the first truly "adult" chiller of the big screen (a marginally valid claim considering the release of Psycho a year earlier), the film arrived at a time when the thematic depth of James's story could finally be addressed without the compromise of reductive discretion. And while the Freudian anxiety that fuels the story may seem tame by today's standards, the psychological horrors that comprise the story's "dark secret" are given full expression in a film that brilliantly clouds the boundary between tragic reality and frightful imagination.
In one of her finest performances, Deborah Kerr stars as Miss Giddons, a devout and somewhat repressed spinster who happily accepts the position of governess for two orphaned children whose uncle (Michael Redgrave) readily admits to having no interest in being tied down by two "brats." So Miss Giddons is dispatched to Bly House, the lavish, shadowy estate where young Flora (Pamela Franklin) and her brother Miles (Martin Stephens, so memorable in 1960's Village of the Damned) live with a good-natured housekeeper (Megs Jenkins). At first, life at Bly House seems splendidly idyllic, but as Miss Giddons learns the horrible truth about the estate's now-deceased groundskeeper and previous governess, she begins to suspect that her young charges are ensnared in a devious plot from beyond the grave.
Ghostly images are revealed in only the most fleeting glimpses, and the outstanding Cinemascope photography by Freddie Francis (who used special filters to subtly darken the edges of the screen) turns Bly House into a welcoming mansion by day, a maze of mystery and terror by night. Sound effects and music are used to bone-chilling effect, and director Jack Clayton, blessed with a script by William Archibald and Truman Capote, maintains a deliberate pace to emphasize the ambiguity of James's timeless novella. The result is a masterful film--comparable to the 1963 classic The Haunting--that uses subtlety and suggestion to reach the pinnacle of fear. --Jeff Shannon
"La experiencia no es nunca limitada, y nunca completa; es una inmensa sensibilidad, una suerte de tela de araña hecha de los hilos de seda más sutiles, tendida en el cuarto de la conciencia, atrapando en su red cada partícula que el aire lleva." Henry James
 
Una publicación original de saynomoreglass
 


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