Inglès | Subs:Castellano/English/Français/Portugués (muxed)
100 min | x264 1024x440 | 2049 kb/s | 192 kb/s AC3 | 23.97 fps
1,57 GB
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Una niñera victoriana llega a sospechar que tras la apariencia angelical
de sus pupilos se encuentra la huella mas profunda de la perversión
humana.
The Innocents es un film hermoso y sensual en el que no existen límites
de separación entre certidumbre e incertidumbre y en el que destaca, por
encima de explicaciones e interpretaciones, la ambivalencia creada a
través de las miradas, los movimientos, los objetos y la iluminación: el
agua del lago, el quiosco de música, las flores, las estatuas, los
viejos retratos ocultos en los desvanes derrochan belleza y sugieren
abominación; Flora observa, impasible, cómo una araña devora una
mariposa; una repugnante cucaracha emerge de la boca de una estatua; el
pétalo de una rosa cae sobre un devocionario; Flora canturrea o danza en
el quiosco la misma melodía que desgrana unos añosa cajita de música o
que interpreta Miles al piano; Miles guarda bajo la almohada un pichón
con el cuello roto (¿ha sido él quien ha matado al pichón o lo ha puesto
debajo de la almohada porque quería mucho al animal?) La belleza de
¡SUSPENSE! proviene del esfuerzo puesto por Clayton en la elección de la
escritura visual más adecuada, aproximándose en eso a lo que, según
Virginia Wolf (Granite and Rainbow), logró James en su libro: “Si
examinamos la historia sintiéndonos seguros, a la luz del día, si
observamos la maestría del relato, la manera con que se alarga cada
frase, con que se llena cada imagen, si vemos cómo la belleza y la
obscenidad entremezcladas, se insinúan hasta las profundidades, es
preciso admitir que algo, no obstante, queda inexplicado. Debemos
reconocer que Henry James ha vencido. Ese viejo gentleman cortés,
refinado, sentimental, puede hacer que todavía sintamos miedo a la
oscuridad”. La retórica jamesiana obra el efecto perverso de que cada
obra cree a su lector (o, en este caso, a su adaptador) en una fastuosa
mezcla de resistencia y de fascinación. JOSÉ MARÍA LATORRE, en “Los fantasmas de la institutriz”, Los sueños de la palabra, Laertes, Barcelona, 1992, pp. 158-159.Hay
un pasaje de THE INNOCENTS de Jack Clayton que opera desde la
metamorfosis y desde el contagio. Transcurre durante la primera noche
que pasa la institutriz en su nueva residencia; ella duerme en la misma
habitación que Flora. Miles, el hermano de Flora, se encuentra ausente,
pero su llegada inminente ya ha sido anunciada por la pequeña. El pasaje
supondrá una forma de ‘fantástico’ evidenciado a través del trance
simbólico de la noche y de la escenografía de una rica mansión de la
campiña inglesa del siglo XIX, en la cual los pasillos oscuros son un
corredor alucinatorio y las puertas y ventanas umbrales fronterizos. En
la conversación, Flora habla de habitaciones vacías, estancias que la
nocturnidad agranda, de su deseo de dormir en varias habitaciones a la
vez, de Mrs. Grose, el ama de llaves, que cierra los ojos durante la
noche mientras que ella los mantiene abiertos. Habla también de las
almas que vagan después de la muerte. El espacio parece transformarse y
las habitaciones se dirían vivas, como si sus proporciones se vieran
alteradas. Las preocupaciones de la pequeña resultan extrañas y sus
palabras suenan siempre premonitorias. El pasaje se abre sobre el ruido
de péndulo, que suena. Así entramos en el dominio de las sensaciones
tenues e imperceptibles. La estancia parece toda ella habitada por
cortinas y visillos que insuflados por el viento se comportan como
materia autónoma. Las sombras que se proyectan móviles sobre las
estatuas consiguen que éstas parezcan animadas. El registro espectral
del blanco (propio de un sudario o de un fantasma) se imprime en el
cortinaje, en los visillos, en el camisón de Flora y en el grupo de
estatuas, donde se asimilan la rigidez de la piedra y la transparencia
de los visillos. La simple iluminación de una vela, la claridad de luna o
las sombras que teatralizan o dramatizan la escena, hacen que todo
transforme su aspecto y dimensión. JEAN-LOUIS LEUTRAT, en “Les
Innocents: dans le rêve de l’autre”, Vie des Fantômes, Cahiers du
Cinéma, París, 1995, pp. 127-128; traducción de Bernardo Sánchez.Podemos
considerar la representación fílmica de OTRA VUELTA DE TUERCA como una
operación de sentido que tiende a redistribuir la información
suministrada por el original literario con la finalidad de obtener, de
cara al espectador, un máximo de rentabilidad visual. En THE INNOCENTS
es claramente percibible la intencionalidad de los guionistas –Truman
Capote y William Archibald– de ubicar todos los elementos de la historia
en función del punto de vista de la institutriz, presente en todas las
imágenes, haciendo que el espectador participe de sus descubrimientos.
El narrador es –siguiendo nuevamente la clasificación de [Gérard]
Genette un personaje –en este caso principal– de la acción.
Deliberadamente, se ha excluido en el film el relato-marco, pórtico de
la narración en primera persona de la institutriz. El hecho de ser ella
la que cuente, directamente, su historia no deja de producir sus
efectos. JUAN MIGUEL COMPANY, en “La escritura del fantasma”, El
trazo de la letra en la imagen, Cátedra/Signo e Imagen, Madrid, 1987,
pp. 92-93.Huelga decir que el trabajo cinematográfico de Clayton,
apoyado en la fotografía de Freddie Francis, es mucho más sutil, atento
al mal latente (el insecto que sale por la boca de una estatua mutilada)
y a la percepción de lo que el escenario gótico oculta tras sus
pabellones, contrafuertes y ventanas. Prefigurando A LAS NUEVA CADA
NOCHE [1967], otro título de Clayton que explora la relación entre
infancia y muerte, LOS INOCENTES es la interpretación más inquietante de
la obra de James, por delante de la ópera de Benjamín Britten. También
es, a mi juicio, la película que mejor expresa la media distancia del
fantasma, no tanto el de Mr. Quint, insidiosamente cercano, como el de
Miss Jessel, aparecida en lontananza, suspendida sobre el lago, ocupando
luego con lúgubre tristeza el pupitre de Miss Giddens. “Oscura como la
noche, con su vestido negro, su belleza desfigurada y su inmensa pena,
me había mirado lo bastante como para decirme que tenía tanto derecho a
sentarse a mi mesa como yo a sentarme en la suya”, escribe James desde
la perspectiva de su personaje, célibe como él. Respetuoso con las
palabras del escritor, Clayton tiende un puente carnal entre el mundo de
los vivos y de los muertos, entre un adulto, Miss Giddens, y un niño
que no lo es: Miles, quien aplica sobre los labios de su maestra un beso
turbador que le será devuelto en la hora de su muerte. JOSÉ ANDRÉS DULCE, en Suplemento Cultural de El Día, Tenerife, 05/10/2007.
The definitive screen adaptation of Henry James's The Turn of the Screw,
the 1961 production of The Innocents remains one of the most effective
ghost stories ever filmed. Originally promoted as the first truly
"adult" chiller of the big screen (a marginally valid claim considering
the release of Psycho a year earlier), the film arrived at a time when
the thematic depth of James's story could finally be addressed without
the compromise of reductive discretion. And while the Freudian anxiety
that fuels the story may seem tame by today's standards, the
psychological horrors that comprise the story's "dark secret" are given
full expression in a film that brilliantly clouds the boundary between
tragic reality and frightful imagination.
In one of her finest performances, Deborah Kerr stars as Miss Giddons, a devout and somewhat repressed spinster who happily accepts the position of governess for two orphaned children whose uncle (Michael Redgrave) readily admits to having no interest in being tied down by two "brats." So Miss Giddons is dispatched to Bly House, the lavish, shadowy estate where young Flora (Pamela Franklin) and her brother Miles (Martin Stephens, so memorable in 1960's Village of the Damned) live with a good-natured housekeeper (Megs Jenkins). At first, life at Bly House seems splendidly idyllic, but as Miss Giddons learns the horrible truth about the estate's now-deceased groundskeeper and previous governess, she begins to suspect that her young charges are ensnared in a devious plot from beyond the grave.
Ghostly images are revealed in only the most fleeting glimpses, and the outstanding Cinemascope photography by Freddie Francis (who used special filters to subtly darken the edges of the screen) turns Bly House into a welcoming mansion by day, a maze of mystery and terror by night. Sound effects and music are used to bone-chilling effect, and director Jack Clayton, blessed with a script by William Archibald and Truman Capote, maintains a deliberate pace to emphasize the ambiguity of James's timeless novella. The result is a masterful film--comparable to the 1963 classic The Haunting--that uses subtlety and suggestion to reach the pinnacle of fear. --Jeff Shannon
In one of her finest performances, Deborah Kerr stars as Miss Giddons, a devout and somewhat repressed spinster who happily accepts the position of governess for two orphaned children whose uncle (Michael Redgrave) readily admits to having no interest in being tied down by two "brats." So Miss Giddons is dispatched to Bly House, the lavish, shadowy estate where young Flora (Pamela Franklin) and her brother Miles (Martin Stephens, so memorable in 1960's Village of the Damned) live with a good-natured housekeeper (Megs Jenkins). At first, life at Bly House seems splendidly idyllic, but as Miss Giddons learns the horrible truth about the estate's now-deceased groundskeeper and previous governess, she begins to suspect that her young charges are ensnared in a devious plot from beyond the grave.
Ghostly images are revealed in only the most fleeting glimpses, and the outstanding Cinemascope photography by Freddie Francis (who used special filters to subtly darken the edges of the screen) turns Bly House into a welcoming mansion by day, a maze of mystery and terror by night. Sound effects and music are used to bone-chilling effect, and director Jack Clayton, blessed with a script by William Archibald and Truman Capote, maintains a deliberate pace to emphasize the ambiguity of James's timeless novella. The result is a masterful film--comparable to the 1963 classic The Haunting--that uses subtlety and suggestion to reach the pinnacle of fear. --Jeff Shannon
"La experiencia no es nunca limitada, y nunca completa; es una inmensa
sensibilidad, una suerte de tela de araña hecha de los hilos de seda más
sutiles, tendida en el cuarto de la conciencia, atrapando en su red
cada partícula que el aire lleva." Henry James
Una publicación original de saynomoreglass
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