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109 min | x264 1024x552 | 3350 kb/s | 192 kb/s AC3 | 23.97 fps
2,71 GB
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Leonora se lamenta de la muerte de su hija, ahogada años antes. Se
encuentra con una extraña muchacha, Cenci, que se parece mucho a su hija
fallecida. A Cenci le impresiona el gran parecido de Leonora con su
propia madre, cuya muerte la mentalmente inestable Cenci no ha podido
aceptar, ni siquiera reconocer. Las dos mujeres desarrollan rápidamente
una relación simbiótica, entrando y saliendo de la ilusión de que cada
una es el ser querido perdido del otro. El factor que complica las cosas
es la llegada de Albert, el padrastro de Cenci, cuyo apego incestuoso a
ella bien podría ser la causa del trastorno de su mente.
La novela breve de Marco Denevi fue la base de este film extrañísimo
que Losey inicia con un extenso y magistral prologo sin diálogos, que
introduce lo básico del tema y, sobre todo, el tono enrarecido que
domina todo el relato. Una mujer que ha perdido a su hija y una muchacha
que ha perdido a su madre se encuentran por casualidad. La muchacha
vive sola en un caserón aristocrático, visitada con regularidad solo por
los encargados de la limpieza y por dos tías molestas. Eventualmente
aparece otro personaje, cuya irrupción revela que los problemas de la
chica no son los que parecen sino otros, quizá mucho mas graves.
Losey logra una entrega total de todos sus intérpretes (Taylor permite incluso que se hagan chistes acerca de su sobrepeso) pero, como en La noche del cazador, es Robert Mitchum quien más sorprende componiendo a un libertino grosero y, a veces, amenazador. En conjunto, se trata de un ejemplo contundente de que el mainstream de 1968 no temía abordar extremas complejidades psicológicas ni perturbaciones sexuales imprevisibles, que no responden a ningún arquetipo. Tampoco sentía la necesidad contemporánea de explicarlo todo: hay mucho de misterioso en Ceremonia secreta, pero allí residen precisamente sus mejores virtudes.
Losey logra una entrega total de todos sus intérpretes (Taylor permite incluso que se hagan chistes acerca de su sobrepeso) pero, como en La noche del cazador, es Robert Mitchum quien más sorprende componiendo a un libertino grosero y, a veces, amenazador. En conjunto, se trata de un ejemplo contundente de que el mainstream de 1968 no temía abordar extremas complejidades psicológicas ni perturbaciones sexuales imprevisibles, que no responden a ningún arquetipo. Tampoco sentía la necesidad contemporánea de explicarlo todo: hay mucho de misterioso en Ceremonia secreta, pero allí residen precisamente sus mejores virtudes.
~~ MALBA
Leonora mourns the death by drowning years earlier of her
daughter. She encounters a strange waif-like girl, Cenci, who bears a
strong resemblance to her lost child. Cenci is herself struck by the
great resemblance of Leonora to her own mother, whose death the mentally
unstable Cenci has been unable to accept or even acknowledge. The two
women quickly develop a symbiotic relationship, moving in and out of the
illusion that each is the lost loved one of the other. The complicating
factor is the arrival of Albert, Cenci's stepfather, whose incestuous
attachment to her may well be the cause of her mind's unbalance.
Two mice in a tub of milk comprise the fairy tale's punchline, Joseph Losey's rich setup is a Byzantine labyrinth. The old cathedral amid new buildings (an Antonioni view from a moving double-decker), the prostitute (Elizabeth Taylor) with a drowned child and the heiress (Mia Farrow) with a lost mother, competing voids that engulf each other. Madness and role-playing as offshoots of alienation, a crumbling mansion makes for a proper stage. Music boxes galore, a fur coat, a hearty breakfast, a shared bath, "a great big bed with all the people one loves in it." "When you're older, you'll appreciate the advantages of sleeping alone." A parallel work to Boom and a similar trapdoor for camp cultists, its perverse amusements part of a rigorous system laid out like stained glass. Taylor turns out to be a melancholy wanderer and Farrow a depraved pixie, Peggy Ashcroft and Pamela Brown materialize like Tweedledee and Tweedledum as kleptomaniac oddballs. The lecherous stepfather is seen first as a Cézanne portrait ("just a nice old man who forgot to shave") and then as Robert Mitchum, a marvelously Nabokovian turn and a telling link to Angel Face. An Argentine (Marco Denevi) parable adapted by a Hungarian and directed by an American in Europe, just the discombobulated effect sought by Losey. --- Fernando F. Croce
BR rip de matoucito
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