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Basada en la obra de teatro homónima de Hjalmar Söderberg, Gertrud narra
la historia de una mujer a la búsqueda de la plenitud del amor. Casada
con Gustav, un aspirante a ministro inevitablemente gris, busca refugio
en los brazos de Erland Janssen, una joven promesa del piano. Ambos
hombres encarnan una dicotomía fácilmente identificable: Gustav es un
hombre prosaico y monótono; la viva imagen del meritócrata. Su relación
con Gertrud puede definirse en este breve intercambio. Ella le dice, al
principio de la película: “Me hace reír que toda esa pobre gente se
permita amar sin ser nadie, ni artistas, ni celebridades” y él se limita
a responder: “¿Has visto mi cartera?”. Por otro lado, Erland es el
hedonismo, la belleza, la espiral hacia la destrucción. Sólo tienen una
cosa en común: que ninguno de los dos ama; sólo practica un dialecto
distinto de egoísmo. En el caso de Gustav, porque Gertrud es poco más
que un mueble, el signo de que todo está en su sitio. En el caso de
Erland, porque en su alegre autodestrucción hay un desprecio absoluto
hacia los sentimientos de Gertrud, que le quiere entero. Gustav no
entiende la profunda naturaleza de la entrega de Getrud, y a Erland le
incomoda, porque corresponderla significaría perderse a si mismo.
Tanto Juana de Arco como Gertrud son mujeres que han antepuesto un ideal
a cualquier otra cosa. En el caso de Juana de Arco, su fe. En el caso
de Getrud, el amor. Un amor que no es otra cosa que un fin en si mismo y
nunca un medio para llegar a una rutina confortable o a una existencia
apacible. Para Getrud, el amor lo es todo; es una religión, un dogma que
practica sin concebir otra manera posible de vivir. Y como sucede con
las personas que tienen una pasión que no les deja actuar si no es
conforme a ella, está destinada a colisionar contra el pragmatismo y la
apatía del mundo. Juana de Arco ardió en la hoguera; Gertrud se
autoimpuso el exilio emocional como la única manera de vivir en
coherencia con su pasión. Ambas dieron un paso que la gente ordinaria no
habría dado. Pero a estas alturas ya se sabe que Dreyer nunca hablaba
de gente ordinaria. Ahí está el patrón.Lo que hace de Gertrud una grandiosa película no es sólo la dirección de actores, o la concepción del espacio, claramente inspirado en el pintor danés Hammershoi, es el uso de la luz, un arte para el que Dreyer tenía una intuición y una sensibilidad asombrosas. La luz es el mismísimo reflejo del interior de Gertrud. Cuando rememora en un flashback la primera vez que visitó a Erland en su casa, la claridad del sol -una luz culturalmente asociada a la naturaleza, intrínsecamente positiva-prácticamente deslumbra al espectador. Es una luz radiante, como el amor que Gertrud siente en esos momentos, y que la ilumina hasta casi la sobreexposición. Es la misma luz que diviniza el féretro de Inger en la famosísima escena de su resurrección en Ordet y es la misma que iluminará a Gertrud cuando, ya mayor, reciba al médico en su autoimpuesto retiro. La luz es el reflejo de la coherencia del personaje: sólo cuando ésta obra conforme a su pasión brilla de esa manera. Por el contrario, la penumbra, ya sea total o parcial por la luz artificial-asociada a lo engañoso- simboliza la mediocridad del resto del mundo. No en vano es en el interior de un fastuoso salón iluminado con lámparas cuando Gertrud ve el tapiz que refleja la escena soñada la noche anterior: una mujer desnuda acosada por una jauría de perros, que en el lenguaje onírico tradicional simbolizan la degeneración sexual y la traición. Al igual que la mujer del tapiz, Gertrud es una llama acosada por la oscuridad, hostigada por la mediocridad y la bajeza del mundo. Una fanáticadel amor, que preferirá el destierro a entregarse de nuevo en una rendición sin términos. Como ella misma leerá en un poema, al final de la película:
¿Soy hermosa?
No.
Pero he amado.
Todo el texto es de la publicación original de saynomoreglass en septiembre de 2010
«Lo importante para mí, no es sólo captar las palabras que se dicen, sino también los pensamientos que están detrás de las palabras. Lo que busco en mis películas es penetrar hasta los pensamientos más profundos de mis actores, a través de sus expresiones más sutiles. Porque esas expresiones desvelan el carácter del personaje, sus sentimientos inconscientes, los secretos que reposan en las profundidades de su alma.» Carl Theodor Dreyer
BRrip del munificente mfcorrea (KG-TPB)
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